Lo conoció un día como este. Solía decirme que no recordaba la fecha exacta, pero que fue a mediados de Julio.
La noche amenazaba con cubrir la ciudad con su paño oscuro, y llovía mucho. O tal vez no…
Siempre tuvo esa duda. Yo creo que si llovía, pero en su corazón.
Ella siempre me decía que cuando una persona está triste, hasta el arcoíris más brillante se vuelve opaco.
Subió al mismo colectivo al que subía cada día de su inservible rutina existencial, y se sentó en los últimos asientos.
A su lado, un joven la observó durante todo el viaje, hasta que por fin, se animó a hablarle.
Ella afirmaba que había sido amor a primera vista. Esa mirada penetrante la invitaba a ser feliz.
En su corazón ya casi no quedaba lugar para el amor, éste tenía demasiados golpes como para poder amar.
La insoportable pena que la acompañaba a sus 20 años, la hacía sentir de 80; le hacía sentir que ya estaba cansada de vivir.
Tal vez esa tristeza apareció porque nunca encontró su lugar, o quizá fue a la inversa. Tal vez nunca encontró su lugar, por esa tristeza…
Pero ese día fue especial; único. Ese día, los astros volvieron a reír; ella encontró una razón para vivir después de tanta oscuridad, y de tanta impotencia. Luchando hasta el cansancio contra esos monstruos de los cuales quería diferenciarse.
Recuerdo que una de sus citas favoritas, hablaba de eso. No estoy segura de a quién citaba, pero ella me contaba que había sido un hombre que tuvo un gran conflicto con la religión; mejor dicho, con el ser humano…y todo lo que fuera su invención.
Bueno, en fin…
Me acuerdo de que sus ojos sonreían en una infinita tristeza. Me miraba y decía: “Al luchar contra los monstruos que nos atormentan, hay que tener cuidado de no convertirse en uno de ellos”.
Nunca entendí por qué era de sus frases favoritas.
Un día, de pronto, ya no la vi más…
Solo me dejó de regalo un adorno en forma de espiral y su último poema, al que tituló:
Descenso:
Cayendo sin fin, como en un eterno espiral.
Dicen que alguna vez se toca fondo…
¿Será eso verdad?
Los sentimientos ya no te dominan,
No sientes miedo ni ganas de llorar.
Esta transición permanente es peor que la muerte,
Pues, ésta culmina, pero el descenso podría no terminar jamás.
Mientras tanto, escribís sueños,
Poemas que tal vez, nunca se leerán.
Ya no crees en fantasías, ni siquiera en la realidad.
Solo estas cayendo sin fin,
Como en un eterno espiral.