lunes, 21 de junio de 2010

La historia sin nombre (parte I )

Amanece otra vez...mis ojos arden insoportablemente porque se ven iluminados por el radiante halo de luz que se cuela por las hendijas de mi persiana.
Me estiro 2 o 3 veces, y entonces me preparo con todas mis fuerzas para salir a vivir, a mi rutina de ser social y a recordar, una vez mas, que cuando se está mal, el mundo no para.
Sí, cada día aprendo eso... cada día esa vaina se incrusta mas y mas en mi herida.
No creo que sea por el dolor, o por el amor...ya no. Hace casi 33 años que mi cuerpo dejó de vivir, mis ojos miran, pero ya no ven...mis oídos oyen, pero ya no escuchan. Mi corazón... mi corazón late, bombea sangre. Y lo sé porque estoy aquí, hablando, tal vez, perdiendo el tiempo una vez más. Pero él ya no siente, fue cruelmente arrancado, censurado, asesinado... ¡Pobre corazón, cuánto dolor has de pasar!
Aunque a veces sueño con despertar y no recordar esta dolorosa historia, sé que se me hace imposible...entonces descubro la fortaleza y la vitalidad del morbo en el ser humano.
¡No es masoquismo, por favor! no creas eso. Es que hay cosas en la vida que no se olvidan...bueno, me corrijo..."Hay cosas en la vida que nunca deberían olvidarse".
Entonces cuando logro levantarme sintiendo el peso del mundo sobre mis hombros, me siento a escribir...escribo e imagino, idealizo, creo...
Nunca supe si realmente tengo aptitudes para escribir, o si como la mayoría de quienes lo hacen, solo escribo para volar, para irme de aquí, aunque ese viaje no me lleve muy lejos. Algo así como un falso consuelo de bienestar.
Luego de escribir paseo a Berlín, mi compañera desde hace 14 años....mi única compañera.
Siento que los perros tienen un reloj interno, y no por loca. Digo que, siempre al acercarse las 12 del mediodía, Berlín me mira moviendo su cola, para que salgamos a pasear...
Me levanto con un movimiento que permite ver claramente mis pocas ganas de enfrentar a la gente, a la calle...esas calles tan insensibles que nos recuerdan a menudo lo viejos que estamos, y como pasa la vida.
Tomo su correa y emprendemos el largo viaje de 4 manzanas, que nos llevarán a una plaza donde los niños juegan, los adultos a veces, cruzan algunas palabras y los ancianos, olvidados por los niños que juegan y los adultos que a veces mantienen algún diálogo, brindan sus últimas gotas de cariño a algunas sucias aves como palomas o gorriones, tirándoles sus restos de pan duro.
Berlín se echa a correr, a tener vida, pareciera que esa es la obligación todo individuo que habite dentro de la Biosfera.
Pobrecita, a veces pienso que debería tener una dueña mas alegre; pero ella me quiere, me lo demuestra todo el tiempo. En varias ocasiones me pongo a pensar que los perros realmente son fieles a los seres humanos; ellos te miran y por algún extraño mecanismo que maneja su cerebro, entienden cuándo alguien está mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario